"Yo
aún no sabía que existía la vida ni la muerte, incluso ni yo mismo más allá de
mis caprichos; pero ella, la muerte, según me dijo una niña, era una caja de
madera en la que dentro había salido mi hermano de nuestra casa… para no
regresar (ni a los requerimientos del Ejército que ¡lo declaró prófugo tres o
cuatro años después¡).
Aquel
día, y a través del más doloroso contraste, supe, en trágico contraste, que yo
existía… (y sólo tenía seis años recién cumplidos cuando comprobé que los
hermanos muertos se llevaban de casa todas las flores, también todas las
plantas y además todos los tiestos y que todos se convertían en una corona de
flores artificiales en la que su lema terminaba diciendo “… no te olvidan”."